Su Recuerdo
Escribir sobre su recuerdo, es para mí, entrar en un mar de sentimientos que convergen en una sola palabra, agradecimiento, si, porque con ella se desarrollan un sinnúmero de virtudes, que se fueron convirtiendo en lo que hoy es mi herencia, pero considero, que su mayor gran ejemplo de vida, fue su honorabilidad.
El día de su partida al encuentro sagrado, se tornó para mí algo confuso, puesto, no soporté el sentir el dolor de lo que sería su ausencia, y lo que consideré una partida muy prematura, como también pensar, el hecho que no pudimos despedirnos; surgieron una serie de sentimientos encontrados, rabia, dolor, pesar, pero lo más curioso fue, que sentí alegría. Decir esto último suena contradictorio, seguro se preguntarán, ¿este dice que sintió alegría por la partida de su padre?, permítanme aclararlo, la alegría que sentí, fue por lo concurrido de su sepelio, llegaron muchas personas de distintos lugares, algunas que a pesar de vivir en el mismo pueblo, tenían mucho tiempo de no salir de sus casas, pero fueron a acompañarlo en su despedida física de este mundo; la satisfacción que aún siento, es que todo esto se debe a su personalidad, a su nobleza, su honorabilidad, que sin ser un rico acaudalado o millonario, gracias a su comportamiento social, disfrutó de ese digno reconocimiento. Pero no sólo lo acompañaron en su sepelio, durante los tres meses en los cuales padeció la enfermedad que nos lo arrebató, fue visitado por una gran cantidad de personas, muchas de las que nunca esperábamos llegaran hasta su casa, porque no era común que verlos cerca, pero ahí estuvieron, una, dos y hasta tres veces, llegaban a preguntarle, ¿cómo seguía?, o simplemente a saludarlo, demostrando el aprecio que por él sentían. A todas estas personas, en nombre de mi familia, les agradezco por todas esas deferencias para con mi padre.

Los días siguientes a su partida, fueron muy duros, para nuestra familia, particularmente yo, no lo aceptaba y sólo me preguntaba, ¿por qué él?; si, ¿por qué tenía mi padre, que partir tan joven?, muchas personas me decían, son los designios de Dios, otros que, hay que darle gracias a Dios porque no sufrió mucho en su enfermedad; a lo que yo les decía, ¿y por qué se tenía que enfermar de esa manera?, ¿ por qué tenía que sufrir?, eran interrogantes que sólo se fueron resolviendo a través de la oración, no me da pena decirlo, estaba resentido con Dios, porque sólo le pedía que lo sanara y que le permitiera vivir más tiempo a nuestro lado. Como dije anteriormente, fue a través de la oración, que se me fue develando el propósito del creador, y entendí algo fundamental, Dios sanó a mi padre, lo sanó con el perdón de sus pecados, limpió su espíritu, no murió, recibió vida eterna, porque creía en él y en su palabra.
Contando un poco de su vida, me permito decir que, en sus inicios, fue muy dura, ya que esta se desarrolló en el campo, de finca en finca, ya que su padre, era jornalero, capataz, por lo que su infancia, como el mismo contaba, fue muy difícil, ya que, por ser el mayor de la familia, le tocaba encargarse de los quehaceres de la casa desde muy niño y cuidar de sus hermanos menores. Una vez me contó, que se despertaba a las cuatro de la mañana, ayudaba a ordeñar vacas, le tocaba llevar la leche a la casa principal, buscar leña, llenar los tanques del agua y a veces, ayudar a su madre, a moler el maíz para las arepas del desayuno, en fin, siempre tenía algo en que ayudar; sin embargo, nunca dejó de lado el estudio.
Cuando a mi padre le tocaba ir al colegio, pasaba trabajo, porque al levantarse temprano, debía bañarse con agua prácticamente helada, puesto esas fincas donde vivían, se ubican en la Sierra Nevada de la Perla, riéndose me dijo que, algunas veces ni se bañaba, se mojaba la cabeza, para que mi abuela pensara que de verdad se había bañado, ¡es que el frío era duro mano! Así me decía. Después de cambiarse a las carreras, se montaba en el burro de mi abuelo y se iba con un buen ánimo a estudiar, porque sabía, era la única forma de salir adelante, en el medio en el cual se desarrollaba su vida. Muchas veces ese camino a la escuela, le tocaba tirárselo a pie, ya que a veces su papá necesitaba el animal, pero ni así, perdía el entusiasmo de aprender. Cuando le tocaba literalmente, "tirarse a pata el camino", eran muchas cañadas que atravesaba, arroyitos donde muchas veces, se embarraba las sandalias, un día, según sus relatos, se resbaló en una piedra y cayó en un pequeño pozo de agua, el baño fue obligatorio.
Su vida, ya por fuera de las fincas, fue por un tiempo un poco más amable con él, conoció otro tipo de personas, trabajó en otras cosas un poco más suaves, y a pesar de tener algunas novias, se enamoró de una, con la que vivió por más de 45 años, mi madre. Su vida al lado de ella, estuvo llena de altos y bajos, como ocurre en toda relación, pero siempre juntos, siempre, no tengo el más mínimo recuerdo, de una falta de mi padre, para con mi madre. Anécdotas de celos, sí, recuerdo una en especial, tenía yo, aproximadamente 8 años de edad, al pueblo llegó una familia entera, y como ocurre, cuando llega gente nueva, la mayoría de hombres y hasta mujeres, empiezan a visitar con frecuencia. Bueno, estas personas tenían una tienda cantina, mi padre, en compañía de algunos amigos, departían con algunas cervezas, mi madre, estaba muy pendiente, como dice el dicho, "pueblo chiquito, ombe, pueblo chiquito", todos se conocen y todos saben que ocurre en él; mi madre, me mandó a ver qué hacía mi padre, este al verme, con lo primero que me contentó, fue con una gaseosa, (dale un dulce a un niño y lo harás feliz); luego me regaló un delicioso "boli de coco", mi debilidad, mi madre al ver que no llegaba, se fue a ver qué pasaba, cuando llegó, me encontró apenas abriendo mi "boli", y en esos momentos mi padre, hablaba con una de las muchachas que lo atendía, mi madre, al verlo muy sonriente, me ha quitado el "boli" y se lo tiró por la espalda, no se me borra la imagen de la cara de susto que tenía mi papá, como tampoco, la tristeza, de que mi "boli", quedó esparcido por su espalda y por todo el piso de la tienda. Este fue un momento anecdótico, del que muchas veces nos reímos, y que ahora recordamos con agrado, porque son situaciones de la vida que se resolvieron sin tanto disgustos, sin separaciones, porque al fin de cuentas mi viejo, no hacía nada malo, sólo sonreía, como era tradicional en él, su sonrisa inmortal.
Muchas veces, no se necesita hablar tanto para criar bien a los hijos, con el sólo ejemplo se dice mucho, de mi padre eso recibí, un buen ejemplo, la demostración palpable de tener un don de gente infinito, un amigo incondicional, un trabajador incansable y una honestidad, que para mí, es difícil de describir, por tal motivo, digo orgulloso, fui bien criado por mi padre.
El recuerdo que conservo de mi padre es lindo, le doy las gracias a Dios por su vida a nuestro lado, la palabra dice, que la corona de los ancianos, son los nietos y que el orgullo de los hijos son los padres, me siento orgulloso de mis viejos; ellos nos han dado, no todo lo que podían, sino, todo lo que tenían, mi padre nos dejó, el ejemplo de su honra y la grandeza de su corazón, bases morales sólidas, para llevar una vida recta, honorable, feliz y exitosa.