El Ganado de Don Andres Juan

Oriundo de Piojó, un pequeño municipio
del departamento del Atlántico, Don Andrés Juan Yáñez, llegó al Corregimiento
de La Andigua, población ubicada en las estribaciones de la gran Sierra Nevada,
alrededor del año 1920, cuando el pueblo apenas empezaba a darse a conocer por
los demás habitantes de la Perla, una de las ciudades más hermosas de la costa
atlántica.
Don Andrés Juan se caracterizó siempre por ser un hombre trabajador, parrandero y enamorador, desde el primer momento que llegó al pueblo, empezó a mostrar sus dotes de emprendedor, comprando tierras que rápidamente puso a producir; Levantó su imperio económico gracias a su esfuerzo y sagacidad para hacer negocios, tenía cultivos de ñame, yuca, maíz y otra serie de productos que se encargaba de vender el mismo, en la plaza de mercado de la Perla. Era tanta, la cantidad de terrenos que llegó a poseer, que cuentan, algunos de los que lo conocieron, que lo estuvieron visitando en su propia casa, funcionarios de la televisora nacional, para pedirle permiso e instalar en uno de sus predios, las antenas repetidoras que iban a traer la televisión a la Costa Norte del país; al final este hecho no se dio, ya que don Andrés se demoró en dar su aval y decidieron colocarlas donde se encuentran hoy en día, en uno de los cerros mas altos de la Sierra Nevada.
El mancomunado esfuerzo que hacía todos los días, empezó a dar sus frutos a medida que pasaba el tiempo, compró poco a poco una gran cantidad de reses, hasta tener un gran lote de ganado, de los que obtenía jugosos dividendos. carne, leche y sus derivados, se convirtieron en una inagotable fuente de ingresos. Fue tanta la abundancia que generó su emprendimiento con la buena cantidad de vacas, terneros y toros que tenía, que después de vender la leche le quedaban grandes cantidades las cuales el mismo, salía a regalar por todo el pueblo, se echaba un cántaro al hombro y casa por casa repartía la leche, hasta la última gota. Este tipo de acciones hicieron que Don Andrés Juan, se convirtiera en el terrateniente màs querido e influyente de la región, como dicen los que lo conocieron, era el dueño de màs de la mitad de la Andigua y sus alrededores.
Con la abundancia, también llegaron muchas cosas más que cambiarían la vida de Don Andrés Juan, entre ellas las mujeres, ya que por su opulencia y su físico, propio de un galán de telenovela venezolana, se volvió muy común que gozara del cariño de las hembras (como se le dice en el argot costeño a las mujeres) y que estas, se dejaran seducir rápidamente de nuestro muy querido gamonal. Don Andrés, a sus mujeres les llamaba, "su ganado", decía que a todas las quería, a su manera, pero las quería, porque de cada una de ellas, llevaba un poquito en su enorme corazón; sin embargo con otras que a veces frecuentaba, sólo disfrutaba el goce de su compañía por un momento, regularmente cuando andaba emparrandado.
Don Andrés Juan, todos los domingos se emborrachaba, no tenía un trago preferido, tomaba como el mismo decía, hasta "agua e' mecha", con tal de disfrutar con algunos amigos, socios o de las mieles del cariño de alguna mujer. Al final del día ya completamente ebrio, se montaba en su caballo "Palomo", su amigo fiel, y recorría todo el pueblo, haciendo gala de lo buen jinete que era, muchos pobladores se encerraban en sus casas cuando sabían que ya Andrés Juan estaba borracho, ya que en ocasiones se metía a sus casas hasta el fondo del patio con todo y caballo, pero a otros, les gustaba o mejor, disfrutaban verlo haciendo sus maniobras de equitación, con su imponente ejemplar de color blanco. Había una de las casas del pueblo, en la que él especialmente se metía con su caballo, en algunas ocasiones entraba hasta la cocina de barro de la vivienda y tiraba al suelo lo que se estuviera cocinando en el fogón, bajo la mirada impávida de sus propietarios, nunca se supo la causa de este acto bochornoso y atrevido, puesto no hubo jamás, un reclamo ni confrontación con algún miembro de la familia que habitaba la desafortunada vivienda.
Don Andrés Juan, al igual que el mejor de sus toros, fue todo un semental, tuvo diecisiete hijos reconocidos, concebidos con cuatro mujeres distintas, dejando entre ellas, odios y amores; no se sabe si tuvo otros que no reconoció o de los que nunca se enteró, puesto algunos de sus amoríos, eran mujeres casadas que seguramente por moralidad, nunca le contaron si alguna vez quedaron embarazadas de él. un detalle importante, es que Andrés Juan, nunca contrajo matrimonio, hecho que màs adelante iba a incidir en la pérdida de todo lo que levantó con tanto esfuerzo.
A pesar de nunca haberse casado, es imposible hablar de Andrés Juan y no mencionar a la mujer con la que vivió sus últimos años de vida, fue Eufemia Rosa, conocida en la Andigua como "Mama Eufemia", esta mujer de aproximadamente, (1,50 mts) de estatura, bajita, pero con un enorme corazón y fortaleza mental y física inigualables, vivió a su lado sin faltar jamás a sus deberes y lo más importante, cuidándolo en los momentos duros de su vida, en los tiempos donde Andrés Juan, empezó a padecer la enfermedad que acabaría con su fortuna y más adelante, con su vida. Mama Eufemia tuvo con su amado, seis hijos, cinco hembras de nombres, Juana, Casta, Francelina, Rosalyn y Ana, un sólo hijo varón llamado Andrés Segundo; pero también, crio desde pequeños a Helbert y a Flavia, hijos de la señora Ivana Montero; estos dos últimos, quisieron y consideraron a "Mama Eufemia" también, como su propia madre.
Eufemia, era una mujer de roble, cariñosa, gran anfitriona, siempre tenía una sonrisa para sus vecinos, pero con un temperamento tan fuerte que no se dejaba echar vainas de nadie, su frase màs recordada, cuando sentía que la querían "joder" con algún negocio era, "La guayaba, dijo Mano Andrés". No se supo quien fue Mano Andrés, pero causaba mucha gracia su expresión. Esta fortaleza, le tocó redoblarla, cuando Andrés Juan murió, ya que su vida se puso dura, después del fallecimiento de su gran y único amor.
En los últimos años de su vida, Andrés Juan, padeció una enfermedad terrible, que en esa época, la ciencia médica aún no
estaba tan avanzada como en estos tiempos, sufrió una trombosis, la cual le
paralizó medio cuerpo y se llevó la gran mayoría de sus ahorros. El día que le
dio la parálisis, estaba borracho, ya iba llegando a su casa cuando lo atacó un
fuerte dolor en el brazo izquierdo, que lo mandó de bruces al suelo. Lo socorrieron
los vecinos y su adorada Eufemia, quien, dando gritos llamaba a su hijo
Segundito para que ayudara a levantar a su padre. Fue un día triste en la
Andigua, ya que como comentaban en las esquinas hasta hace poco tiempo, desde
ahí, empezaron los problemas económicos para muchos en el pueblo, porque Andrés
Juan y sus tierras, eran una gran fuente de empleo y de beneficencia para algunos de pobladores de la región.
Andrés Juan gastó una gran cantidad de dinero para superar su enfermedad, además de las medicinas tradicionales, tomaba bebidas naturales, de todas las que le recomendaban los múltiples hierbateros que consultaba, iba en mulas a los lugares màs recónditos de la geografía costeña en busca de su sanación. Era tal su importancia, que para esa época, era todo un lujo, que dos prominentes galenos, lo atendieran en su propia casa, un médico general y un cardiólogo, de los màs importantes de la ciudad.
A medida que Andrés Juan perdía sus capacidades cognitivas y motrices, poco a poco empezó a perder también sus posesiones, aunado a los gastos propios del tratamiento de su enfermedad, que por lo onerosos, lo llevaban a vender su ganado a bajos precios, porque al paralizarse el, también se paralizó la producción de sus tierras, ya que no tenía quien las cuidara de la misma forma como lo hacía él. El caos fue total, tanto que hasta algunos de sus familiares, sin su consentimiento, vendían sus terrenos y negociaban su propio ganado. Este problema se presentó inicialmente, no con los hijos de "Mama Eufemia", sino con los que tuvo con sus primeras mujeres, al parecer originado por el inconformismo y resentimiento generado por el abandono de su padre a sus madres, a pesar que Andrés Juan, a cada uno, los ayudó, obsequiándoles algunas de sus tierras, para que las pusieran a producir.
A medida que se le complicaba la vida a Andrés Juan, también "Mama Eufemia" empezó a sufrir, su marido enfermo y para colmo de males, le tocó soportar los ataques e insultos continuos de los otros hijos de Andrés, que empezaron a ver en ella, una rival para las que serían a futuro, sus malintencionadas acciones. eran constantes las agresiones verbales, sátiras y demás, que crearon en ella, un constante desosiego, temor, y hasta se empezó a enfermar.
Andrés Juan, murió un dos de diciembre a las seis de la mañana, sólo, en su hamaca wayuu, que estaba colgada en el rancho que tenía en el patio de la casa, muy cerca al enorme palo de mamón que cubría una cuadra entera. Cuando Eufemia fue a darle el tinto como era su costumbre todas las mañanas, un poco tarde, por cierto, fue porque precisamente ese día la leña como que estaba húmeda y demoró para encender el fogón, se encontró con la escena que para siempre cambió su vida. Andrés Juan yacía en la hamaca aún caliente, acababa de fallecer cuando Eufemia lo agarró tal cual como acostumbraba, por el dedo gordo de su pie derecho, al ver que no se movía, entendió enseguida que se había ido para siempre, el hombre de su vida.
Para su entierro, llegó gente de muchas partes, conocidos y desconocidos, se acercaban a la viuda, para manifestar sus condolencias, fue un diciembre triste en la Andigua. a "Mama Eufemia", le dieron el pésame, personas que no conocía, gente que hasta le agradecía, por las muchas ayudas que habían recibido del gamonal, ayudas, que ella desconocía por completo.
Poco tiempo después de su entierro, los hijos mayores de Andrés Juan, empezaron a repartirse sus posesiones, a vender y apropiarse de algunas tierras ubicadas en sitios estratégicos, aptas para el cultivo, todo esto ante la mirada impávida e impotencia de Mama Eufemia, que por temor a represalias y por falta también de tener a su lado una ayuda idónea, decidió hacerse a un lado, ante este tipo de acciones de los mencionados sujetos.
En los bienes de Andrés Juan, no hubo sucesión, los hermanos mayores se peleaban unos con otros, los menores no podían hacer nada, tal vez por su inocencia o por el desconocimiento de la Ley, permitieron que los demás, abusaran e hicieran lo que quisieran con los bienes de su padre. A Mama Eufemia le dejaron pocas cosas, tierras improductivas, algunas reses, las que que de a poco le tocó ir vendiendo para poder sustentarse y para evitar tener màs conflictos con los otros hijos de Andrés, porque no conformes, también pretendían despojarla de las pocas posesiones que le dejaron. Hubo muchos que se aprovecharon de sus necesidades, le compraron a bajo costo y de a poco se fue diluyendo, esa gran masa herencial que dejó el dueño del pueblo.
Las actuaciones de los primeros hijos de Andrés Juan, son constitutivas de delito, ya que se aprovecharon de tierras que no les pertenecían, tomaron mucho mas de lo que les correspondía, sin tener en cuenta las hijuelas de los demás herederos. No se abrió nunca la sucesión de Andrés Juan, a su compañera, que vivió con él, màs de cincuenta años en una unión marital de hecho permanente, le debió corresponder, después de declarar dicha unión, el cincuenta por ciento (50%) de los bienes de Andrés. Que como dijimos anteriormente, prácticamente eran todos los que poseía hasta el día de su muerte, es decir, fueron adquiridos dentro de la sociedad conyugal que creó con Eufemia Rosa, porque muchos de ellos, con los que empezó a su llegada a la Andigua, ya los había vendido. El otro cincuenta por ciento (50%), debió ser repartido entre sus dieciséis hijos, había para todos, pero unos pocos, acabaron con las posesiones conseguidas con gran esfuerzo por Andrés Juan.
La acción a tomar, por parte de los herederos perjudicados, era la de solicitar la apertura de la sucesión de su padre, para que así, los invasores fueran obligados a devolver a la masa herencial, todas las propiedades que habían tomado a la fuerza, hasta las que habían mal vendido, exponiéndose además a quedar por fuera de la repartición, por todas las arbitrariedades y delitos que cometieron. Con esto se hubiese hecho una repartición justa y equitativa, que a lo mejor hoy en día, fuera el sustento de la descendencia de este gran personaje, del cual, no quedó ninguno de sus dos ganados.